jueves, 11 de octubre de 2012

BLOQUE 1.a.



Cuadernos de dirección teatral 1: The Tempest (1613) de William Shakespeare

       Cuando redacté  mi trabajo de investigación doctoral[1] con el fin de obtener  la suficiencia investigadora en el marco de los estudios doctorales en Artes escénicas[2] –Institut del teatre/UAB- en el año 2007-  defendí  la  siguiente  hipótesis  y nos presenta un caso subyugante de estudio. En la descripción  que encabezaba dicho trabajo de investigación  postulé  lo siguiente:

        “En este novel trabajo de investigación de formalidad académica hemos defendido la importancia de una lectura sensorial  de la obra The Tempest de William Shakespeare. En  otras peripecias futuras quizá The Tempest sea un libro de los sentidos, un libro de juegos, o un cuento sonoro. Hasta ahora, además de este trabajo de investigación, las imágenes de esta obra sólo ha sido motivo de  pequeñas escenificaciones sensoriales en la penumbra de las habitaciones de mi casa: Ariel es una hebra de hilo que cosquillea en la oreja, Calibán el tacto y el olor de la tierra húmeda, Miranda un retal de seda en los dedos, la tormenta un desierto de azúcar. La isla de Próspero, territorio de la ensoñación poética está tejido de  misteriosas músicas, sonidos ignotos y curiosas fantasías sensoriales. Prospero enlaza la materia y el  alma con el poder de una magia alquímica. En el athanor  alquímico los sentidos son los caminos del alma y la sublimación.

     No sólo The Tempest es una obra de los sentidos y de la ensoñación. En este trabajo ya esbozamos, y pretendemos defender,  como la obra de William Shakespeare  es una gran constelación sensorial donde podremos encontrar tinieblas, colores, músicas, perfumes, etc. lo que nos permitirá adentrarnos en varias poéticas del imaginario  que conformarán distintos territorios de una geografía de la invención: poética del color, poética de la oscuridad, poética del espacio, poética del silencio, poética de la línea,.. Algunas de estas poéticas tratadas por los sugerentes trabajos  sobre el imaginario  de Gaston Bachelard[3].

     En este trabajo también postulamos   caminos de estudio  para posteriores trabajos. Avanzaremos lo que para nosotros  se revela como un interesante ámbito de estudios de lo dramático y lo escénico, la dramaturgia del imaginario.  Para comenzar  nuestra andadura definiremos las herramientas hermenéuticas  con las que  asaltaremos el texto dramático.

     Para emprender este trabajo hemos seguido varios pasos y en orden, haciendo una lectura en escarpelo: primero, un estudio de la forma o análisis dramatúrgico. En segundo lugar, un estudio dramatológico, que a diferencia  del anterior, trata de investigar los contenidos latentes de la obra. Para entender  esta noción metódica con una metáfora diremos que la dramatología es el estudio de lo que está inmanente bajo la trama, como aquellas esculturas antiguas que el tiempo ha sesgado sus miembros pero que sin embargo siguen expresando un dinamismo, proyectándose  más allá de la línea de la forma. El texto dramático  es un todo, y todo remite siempre a él, por lo que cabe preguntarse por  aquello que esconde y omite, por aquello que está ausente pero que sin embargo sigue estando ahí.  El texto dramático es un tejido  lingüístico de silencios.

     Después de conocer nuestra obra en el plano hermenéutico, nos hemos trazado un plan algo exhaustivo elaborando un estricto censo  de las sensaciones  descritas por sus índices  textuales y componiendo un catálogo de los cinco sentidos. ¿Por qué  lo hemos hecho? Para demostrar que  The Tempest  es una obra sensorial,  pues  está tejida de  percepciones valorizadas por  la contemplación  ensoñadora.  En este sentido  no pudimos adentrarnos en todas las imágenes sensoriales. No pudimos explicar todas las ensoñaciones (la que  nos presenta la atractiva  propuesta bachelardiana  de una cosmología de los cuatro elementos). Así que finalmente nos hemos detenido en un personaje, Ariel, y su significado como dinamismo de la imaginación, trayendo a nuestro estudio las imágenes de El aire y los sueños (1943) de Gaston Bachelard.  Y  hemos estudiado los sonidos, las músicas, todas aquellas sensaciones que llamaremos acusmáticas y  descubrir como el oído es el sentido místico, el sentido capaz de captar una realidad superior.

      Ariel es el pajarito de la tormenta, el andrógino  alquímico, mitad  daemon y  ángel celeste,  aúna lo demoníaco y lo angelical,  la metáfora  en su acción pura,  el instrumento de una sublimación, y al fin, el aliento del talento (alma poética)  en su proceso de  alcanzar la cima donde  se desvanece  fuera de los límites del espacio y el tiempo para ser  finalmente liberado.  No regresará   hasta que W. Goethe lo reclame  en  su  Fausto, y esta vez será  el agente mefistofélico”.

Este fue  a grandes rasgos  el esbozo introductorio de mi investigación, del cual admito mi torpeza, pues  la severidad, decoro y corrección que se imponía   a todo trabajo que se precie como académico no alcanzó  más que a determinar:  

1) Un estricto censo sensorial  por sus índices textuales en The Tempest.   

2) Una revisión general y contrastada de las principales interpretaciones críticas de la obra. (Véase la bibliografía crítica de The Tempest -bloque izquierdo).

3) Algunas  notas relevantes  sobre  la importancia de  considerar una “Poética de los sentidos” como primer paso hacia una “dramaturgia del imaginario”, remontándome al concepto de "opsica" en la "Poética" de Aristóteles hasta  lo que   José Antonio Sánchez ha denominado las "dramaturgias de la Imagen".

4) Y  finalmente, un capítulo  que hacía un  esbozo –ahora estimo que fallido o interrumpido- donde se ofrecían unas observaciones fenomenológicas sobre el personaje Ariel trayendo a colación el bello ensayo de Gaston Bachelard, El aire y los sueños.[4] (1943). 

Un trabajo de investigación que el tribunal doctoral califico con muy  buena nota pero al que acusó, y no sin razón, de haber olvidado un capítulo final con  sus conclusiones.  The  Tempest sirvió de alguna  forma  como un “pretexto”  para iluminar una nueva línea  de investigación  en el Doctorado de Artes escénicas que pretendía  aunar, si cabe,  la hermenéutica  pura y dura del texto dramático,  denominada como “dramatología”, con un ámbito de juego y recreación inventiva al que denominé  heurística de la literatura dramática. Esta segunda parte, que compromete a  la fenomenología de la imaginación de Gaston  BACHELARD, no pudo desarrollarse en un segundo bloque  en el  cual las imágenes literarias de The Tempest  pudiesen  ser  evocadas por un colorario  experimental de imágenes sensoriales  olfativas, sonoras y táctiles. Creí en su día  ingenuamente que podría  proponer una especie de "descriptor" útil  a los directores de escena  al  orientar la lectura de las  imágenes literarias  tomándolas como semillas de una  ensoñación personal.

Este  trabajo de investigación fue sin duda muy desilusionante para mí  pues  mi  postura ante el texto dramático  jamás podrá ser  la de un crítico literario ni  la de un hermenéuta. Mis competencias a este respecto son muy  limitadas por mi propia formación.  Es precisamente que  este primer bloque  dedicado a  la interpretación crítica  de la obra  no era en un principio un fin sino solamente un medio para   alcanzar mis fines. Así fue que me encontré después de seis meses de trabajo  con cerca de trescientas páginas farragosas, eso sí,   ordenadas  convenientemente para el juicio escolar, las cuales  nadie leerá ni consultará, tampoco importa, ni siquiera creo que  este trabajo de investigación fuera leído por el propio tribunal académico que me avaluó. En la universidad la forma y la pesada escolástica  lo es todo.  Entoces me dije ¿Y la fenomenología? ¿Para qué este esfuerzo y este  "dilentantismo" que contraviene  en gran medida  mis intuiciones y me oprimen y me censuran?

      Fue  cuando ante el tribunal que me juzgó, justo al final de mi defensa de la tesina, que yo quería  comenzar a  hablar de Ariel. Entonces ocurrió que me quedé en silencio e impotente no pude articular  ninguna palabra más.  Y aquí  se quedó  -ahora lo pienso -varada mi carrera académica como una barca  olvidada en la arena. Y todos lo intentos que después esforzadamente he hecho para  volver  a   desarrollar  un trabajo de valor acdémico han sido infructuosos, todos los asedios  que he  realizado para captar el modo de obrar de la fenomenología bachelardiana y plasmarla en una tesis de orden escolar me han llevado siempre a una  especie de callejón sin salida  y un desarraigo creciente  con el sistema  académico.


[1]Véase,  Investigación doctoral: Poética de los sentidos y dramaturgia del imaginario  en La Tempestad de William Shakespeare. Director del trabajo de investigación: Dr.  Camilo Fernández  González Valdehorras. Universitat  Autónoma de Barcelona.  Departament de Filologia catalana. Doctorat en Arts Escèniques. Inédita.

[3] Cada vez que citemos a Gaston Bachelard utilizaremos nuestra propia nomenclatura la cual   puede consultarse en  http://elestabloylasestrellas-tesisdoctoral.blogspot.com.es/.

[4] Véase, BACHELARD, Gaston. El aire y los sueños. Ensayo sobre la imaginación del movimiento. México.  Fondo de Cultura Económica.  2003.

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