►Cuadernos de
dirección teatral 1: The Tempest (1613) de William
Shakespeare
Cuando
redacté mi trabajo de investigación
doctoral[1] con el fin de obtener la suficiencia investigadora en el marco de
los estudios doctorales en Artes escénicas[2] –Institut del teatre/UAB-
en el año 2007- defendí la
siguiente hipótesis y nos presenta un caso subyugante de estudio. En
la descripción que encabezaba dicho
trabajo de investigación postulé lo siguiente:
“En este
novel trabajo de investigación de formalidad académica hemos defendido la
importancia de una lectura sensorial de
la obra The Tempest de William Shakespeare. En otras peripecias futuras quizá The Tempest sea un libro de los
sentidos, un libro de juegos, o un cuento sonoro. Hasta ahora, además de este trabajo de investigación,
las imágenes de esta obra sólo ha sido motivo de pequeñas
escenificaciones sensoriales en la penumbra de las habitaciones de mi casa:
Ariel es una hebra de hilo que cosquillea en la oreja, Calibán el tacto y el
olor de la tierra húmeda, Miranda un retal de seda en los dedos, la tormenta un
desierto de azúcar. La isla de Próspero, territorio de la ensoñación poética
está tejido de misteriosas músicas,
sonidos ignotos y curiosas fantasías sensoriales. Prospero enlaza la materia y
el alma con el poder de una magia
alquímica. En el athanor alquímico los sentidos son los caminos del
alma y la sublimación.
No sólo The Tempest es una obra de los sentidos
y de la ensoñación. En este trabajo ya esbozamos, y pretendemos defender, como la obra de William Shakespeare es una gran constelación sensorial donde
podremos encontrar tinieblas, colores, músicas, perfumes, etc. lo que nos
permitirá adentrarnos en varias poéticas del imaginario que conformarán distintos territorios de una geografía de la invención: poética del
color, poética de la oscuridad, poética del espacio, poética del silencio,
poética de la línea,.. Algunas de estas poéticas tratadas por los sugerentes
trabajos sobre el imaginario de Gaston Bachelard[3].
En este trabajo también postulamos caminos de estudio para posteriores trabajos.
Avanzaremos lo que para nosotros se
revela como un interesante ámbito de estudios de lo dramático y lo escénico,
la dramaturgia del imaginario. Para
comenzar nuestra andadura definiremos
las herramientas hermenéuticas con las
que asaltaremos el texto dramático.
Para emprender este
trabajo hemos seguido varios pasos y en orden, haciendo una lectura en
escarpelo: primero, un estudio de la forma o análisis dramatúrgico. En segundo
lugar, un estudio dramatológico, que
a diferencia del anterior, trata de
investigar los contenidos latentes de la obra. Para entender esta noción metódica con una metáfora diremos
que la dramatología es el estudio de
lo que está inmanente bajo la trama, como aquellas esculturas antiguas que el
tiempo ha sesgado sus miembros pero que sin embargo siguen expresando un
dinamismo, proyectándose más allá de la
línea de la forma. El texto dramático es
un todo, y todo remite siempre a él, por lo que cabe preguntarse por aquello que esconde y omite, por aquello que
está ausente pero que sin embargo sigue estando ahí. El texto dramático es un tejido lingüístico de silencios.
Después de conocer
nuestra obra en el plano hermenéutico, nos hemos trazado un plan algo
exhaustivo elaborando un estricto censo
de las sensaciones descritas por
sus índices textuales y componiendo
un catálogo de los cinco sentidos. ¿Por qué
lo hemos hecho? Para demostrar que
The Tempest es una obra sensorial, pues
está tejida de percepciones
valorizadas por la contemplación ensoñadora. En este sentido no pudimos adentrarnos en todas las imágenes
sensoriales. No pudimos explicar todas las ensoñaciones (la que nos presenta la atractiva propuesta bachelardiana de una cosmología de los cuatro elementos).
Así que finalmente nos hemos detenido en un personaje, Ariel, y su significado
como dinamismo de la imaginación, trayendo a nuestro estudio las imágenes de El aire y los sueños (1943) de Gaston Bachelard. Y
hemos estudiado los sonidos, las músicas, todas aquellas sensaciones que
llamaremos acusmáticas y descubrir como
el oído es el sentido místico, el sentido capaz de captar una realidad
superior.
Ariel es el pajarito
de la tormenta, el andrógino alquímico,
mitad daemon y ángel celeste, aúna lo demoníaco y lo angelical, la metáfora
en su acción pura, el instrumento
de una sublimación, y al fin, el aliento del talento (alma poética) en su proceso de alcanzar la cima donde se desvanece
fuera de los límites del espacio y el tiempo para ser finalmente liberado. No regresará
hasta que W. Goethe lo
reclame en su Fausto,
y esta vez será el agente mefistofélico”.
Este fue a grandes
rasgos el esbozo introductorio de mi investigación,
del cual admito mi torpeza, pues la
severidad, decoro y corrección que se imponía a todo trabajo
que se precie como académico no alcanzó
más que a determinar:
1) Un estricto censo sensorial por sus índices textuales en The Tempest.
2) Una revisión general y contrastada de las principales interpretaciones críticas de la obra. (Véase la bibliografía crítica de The Tempest -bloque izquierdo).
3) Algunas notas relevantes sobre la importancia de considerar una “Poética de los sentidos” como primer paso hacia una “dramaturgia del imaginario”, remontándome al concepto de "opsica" en la "Poética" de Aristóteles hasta lo que José Antonio Sánchez ha denominado las "dramaturgias de la Imagen".
4) Y finalmente, un capítulo que hacía un esbozo –ahora estimo que fallido o interrumpido- donde se ofrecían unas observaciones fenomenológicas sobre el personaje Ariel trayendo a colación el bello ensayo de Gaston Bachelard, El aire y los sueños.[4] (1943).
Un trabajo de investigación que el tribunal doctoral califico con muy buena nota pero al que acusó, y no sin razón, de haber olvidado un capítulo final con sus conclusiones. The Tempest sirvió de alguna forma como un “pretexto” para iluminar una nueva línea de investigación en el Doctorado de Artes escénicas que pretendía aunar, si cabe, la hermenéutica pura y dura del texto dramático, denominada como “dramatología”, con un ámbito de juego y recreación inventiva al que denominé heurística de la literatura dramática. Esta segunda parte, que compromete a la fenomenología de la imaginación de Gaston BACHELARD, no pudo desarrollarse en un segundo bloque en el cual las imágenes literarias de The Tempest pudiesen ser evocadas por un colorario experimental de imágenes sensoriales olfativas, sonoras y táctiles. Creí en su día ingenuamente que podría proponer una especie de "descriptor" útil a los directores de escena al orientar la lectura de las imágenes literarias tomándolas como semillas de una ensoñación personal.
Este trabajo de investigación fue sin duda muy desilusionante para mí pues mi postura ante el texto dramático jamás podrá ser la de un crítico literario ni la de un hermenéuta. Mis competencias a este respecto son muy limitadas por mi propia formación. Es precisamente que este primer bloque dedicado a la interpretación crítica de la obra no era en un principio un fin sino solamente un medio para alcanzar mis fines. Así fue que me encontré después de seis meses de trabajo con cerca de trescientas páginas farragosas, eso sí, ordenadas convenientemente para el juicio escolar, las cuales nadie leerá ni consultará, tampoco importa, ni siquiera creo que este trabajo de investigación fuera leído por el propio tribunal académico que me avaluó. En la universidad la forma y la pesada escolástica lo es todo. Entoces me dije ¿Y la fenomenología? ¿Para qué este esfuerzo y este "dilentantismo" que contraviene en gran medida mis intuiciones y me oprimen y me censuran?
Fue cuando ante el tribunal que me juzgó, justo al final de mi defensa de la tesina, que yo quería comenzar a hablar de Ariel. Entonces ocurrió que me quedé en silencio e impotente no pude articular ninguna palabra más. Y aquí se quedó -ahora lo pienso -varada mi carrera académica como una barca olvidada en la arena. Y todos lo intentos que después esforzadamente he hecho para volver a desarrollar un trabajo de valor acdémico han sido infructuosos, todos los asedios que he realizado para captar el modo de obrar de la fenomenología bachelardiana y plasmarla en una tesis de orden escolar me han llevado siempre a una especie de callejón sin salida y un desarraigo creciente con el sistema académico.
1) Un estricto censo sensorial por sus índices textuales en The Tempest.
2) Una revisión general y contrastada de las principales interpretaciones críticas de la obra. (Véase la bibliografía crítica de The Tempest -bloque izquierdo).
3) Algunas notas relevantes sobre la importancia de considerar una “Poética de los sentidos” como primer paso hacia una “dramaturgia del imaginario”, remontándome al concepto de "opsica" en la "Poética" de Aristóteles hasta lo que José Antonio Sánchez ha denominado las "dramaturgias de la Imagen".
4) Y finalmente, un capítulo que hacía un esbozo –ahora estimo que fallido o interrumpido- donde se ofrecían unas observaciones fenomenológicas sobre el personaje Ariel trayendo a colación el bello ensayo de Gaston Bachelard, El aire y los sueños.[4] (1943).
Un trabajo de investigación que el tribunal doctoral califico con muy buena nota pero al que acusó, y no sin razón, de haber olvidado un capítulo final con sus conclusiones. The Tempest sirvió de alguna forma como un “pretexto” para iluminar una nueva línea de investigación en el Doctorado de Artes escénicas que pretendía aunar, si cabe, la hermenéutica pura y dura del texto dramático, denominada como “dramatología”, con un ámbito de juego y recreación inventiva al que denominé heurística de la literatura dramática. Esta segunda parte, que compromete a la fenomenología de la imaginación de Gaston BACHELARD, no pudo desarrollarse en un segundo bloque en el cual las imágenes literarias de The Tempest pudiesen ser evocadas por un colorario experimental de imágenes sensoriales olfativas, sonoras y táctiles. Creí en su día ingenuamente que podría proponer una especie de "descriptor" útil a los directores de escena al orientar la lectura de las imágenes literarias tomándolas como semillas de una ensoñación personal.
Este trabajo de investigación fue sin duda muy desilusionante para mí pues mi postura ante el texto dramático jamás podrá ser la de un crítico literario ni la de un hermenéuta. Mis competencias a este respecto son muy limitadas por mi propia formación. Es precisamente que este primer bloque dedicado a la interpretación crítica de la obra no era en un principio un fin sino solamente un medio para alcanzar mis fines. Así fue que me encontré después de seis meses de trabajo con cerca de trescientas páginas farragosas, eso sí, ordenadas convenientemente para el juicio escolar, las cuales nadie leerá ni consultará, tampoco importa, ni siquiera creo que este trabajo de investigación fuera leído por el propio tribunal académico que me avaluó. En la universidad la forma y la pesada escolástica lo es todo. Entoces me dije ¿Y la fenomenología? ¿Para qué este esfuerzo y este "dilentantismo" que contraviene en gran medida mis intuiciones y me oprimen y me censuran?
Fue cuando ante el tribunal que me juzgó, justo al final de mi defensa de la tesina, que yo quería comenzar a hablar de Ariel. Entonces ocurrió que me quedé en silencio e impotente no pude articular ninguna palabra más. Y aquí se quedó -ahora lo pienso -varada mi carrera académica como una barca olvidada en la arena. Y todos lo intentos que después esforzadamente he hecho para volver a desarrollar un trabajo de valor acdémico han sido infructuosos, todos los asedios que he realizado para captar el modo de obrar de la fenomenología bachelardiana y plasmarla en una tesis de orden escolar me han llevado siempre a una especie de callejón sin salida y un desarraigo creciente con el sistema académico.
[1]Véase, Investigación
doctoral: Poética de los sentidos y
dramaturgia del imaginario en La Tempestad de
William Shakespeare. Director del
trabajo de investigación: Dr. Camilo
Fernández González Valdehorras.
Universitat Autónoma de Barcelona. Departament de Filologia catalana. Doctorat
en Arts Escèniques. Inédita.
[3] Cada vez que
citemos a Gaston Bachelard utilizaremos nuestra propia nomenclatura la
cual puede consultarse en http://elestabloylasestrellas-tesisdoctoral.blogspot.com.es/.
[4] Véase, BACHELARD, Gaston. El aire y los sueños. Ensayo sobre la
imaginación del movimiento. México.
Fondo de Cultura Económica. 2003.
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